Me da pena y sobre todo bastante miedo ver como caen algunas torres a mi alrededor. Sólidos árboles en la más robusta parte de su vida. Da miedo que la velocidad a la que nos movemos nos sobrepase y nos quedemos atrás, al borde del camino observando lo que ocurre sin poder incorporarnos de nuevo.
Un cortocircuito, una chispa donde no debía estar. Una respuesta que no se esperaba, una idea que no le deja en paz. Sin fuerzas para levantar la cabeza cierra los ojos, negándose a escuchar. Se resigna a dejarlo pasar pero esa idea no pasa, aún no se va. Piensa que no hay ya más razones para intentar moverse y llega casi hasta el final. No le alcanza la fuerza ni para eso, y eso sólo lo deprime más.
Yo todavía guardo la esperanza, la mía y la suya, de oírlo de nuevo refunfuñar, salir del pozo y algún día, reír de verdad.